Bienvenidos a una nueva edición de Saluda-blemente. Hoy vamos a abordar un problema bastante común al que a lo mejor te has enfrentado en alguna ocasión: el exceso de control.
Controlar las cosas es algo propio del ser humano para poder adaptarse al medio. Sin embargo, llevar el control al extremo implica un exceso de control y, por lo tanto, puede ocurrir lo contario y, al final, todo se descontrola. Aunque es habitual tener miedo o recelo al descontrol, los intentos por querer controlarlo todo, implican precisamente un descontrol total.
¿Qué implica el descontrol?
El descontrol implica grandes dificultades para manejar el malestar que experimentemos (ansiedad, rabia…). Sin embargo, también afecta al rendimiento laboral o a las actividades básicas de la vida diaria como la calidad del sueño.
¿Cómo se puede solucionar?
El proceso de dejar de lado el exceso de control es algo lento y complejo. Requiere paciencia, pues es probable que venga marcado como una forma muy habitual de comportarse y de enfrentarse a los acontecimientos.
Para aprender a «soltar las riendas», es decir, dejar de lado el exceso de control pueden ayudarnos estas actitudes:
· Reconocer nuestras emociones y aceptarlas. Ni ocultarlas, ni bloquearlas. Están ahí para darnos información de lo que ocurre a nuestro alrededor o de lo que nos ocurre a nosotros mismos.
· Dejar de lado el enfrentarnos a las cosas con la idea de “todo” o “nada». Se puede llegar a términos medios.
· Tratar de cambiar rutinas y probar nuevas actividades. Así nos expondremos a algo que no está controlado y comprobaremos que no hay consecuencias negativas por no controlar excesivamente todo.
· Intentar ser espontáneos, más creativos y huir de las repeticiones.
· Diferenciar las cosas que impliquen un deber o un placer. Aquello que se realiza por placer, si se convierte en deber, acabará siendo algo difícil de manejar porque de no hacerlo, emergerán sentimientos de culpabilidad. De vez en cuando, realizar algo por placer puede ser realmente gratificante, y de nuevo nos enseñará las bondades de evitar el exceso de control.
· Controlar las normas internas que nos creamos, tales como: «Tengo que hacer…» o «Debería hacer esto…». Esto es así, porque su presencia nos empuja irremediablemente a cumplir con ellas, y de no conseguirlo, generan excesiva frustración, desánimo y pérdida de motivación. ¿Qué tal si pruebas a preguntarte: “¿Dónde pone que tengo que hacerlo yo?» Y si la respuesta es
negativa, entonces querrá decir que tú mismo te estás generando una presión innecesaria.
· Por último, hay que evitar juzgar constantemente lo que es malo o bueno, y dejar de etiquetar todo.
Esperamos que estos consejos te hayan ayudado y que a partir de ahora no seas tan controlador o, por lo menos que lo intentes, te relajes y disfrutes un poco más de la vida. ¡¡Nos volvemos a escuchar en la próxima entrega!!