Elsebeth Arribas, voluntaria de la ONG Aviación sin Fronteras a la que hace días entrevistábamos, nos cuenta en primera persona cómo fue el incidente del aeropuerto de Nairobi.
En la fila 15 coincido con Ann, una mujer británica con muchas cosas interesantes de qué hablar y compartir. Y, entre sueño y conversación, vamos volando a Nairobi.
A la llegada, un calor sofocante nos envuelve. Aliviada, me comenta lo corto que se le ha hecho este viaje comparado con las 4 veces anteriores que ha venido y me sugiere que la siga, ya que se conoce el trámite previo a pasar el filtro de control policial. Ya sabe en qué cola ponerse directamente y el papelito amarillo que hay que rellenar.
Una vez superado el primer asalto, le doy las gracias y le digo que no la quiero retrasar más. Ella me dice que se queda más tranquila al comprobar que me entregan las cajas de libros. Se lo agradezco enormemente porque, mientras ella cuida de mi equipaje, que sale por la cinta, yo, recojo las cajas que salen desde un pequeño hueco que hay a un lado de la gran sala de cintas. Subo las cajas a un carro y me reúno, de nuevo, feliz, con Ann. Ella me espera con mi trolley y todo su equipaje para quedarse a vivir 16 meses en una aldea keniana.
Entonces, llegamos a la puerta de salida roja, “Objetos para declarar”, y, la verde, “Nada que declarar”, a la que me dirijo directamente cuando, me para un guardia y me pregunta por el contenido de las cajas. Le muestro el Certificado que llevo y me dice que le enseñe el contenido, haciéndome abrir una de las cajas. Al observar que eran nuevos, exclama: -¡son valiosos!!- a lo que le respondo de inmediato -sí, para sus estudiantes, desde luego que lo son-. Entonces, el guardia se me queda mirando y me dice – ¡Ya, y económicamente, también! Justo el tema adonde yo no quería llegar. Me pide el listado de los precios de cada libro para poder hacer una tasación, le muestro, nuevamente, mi Certificado insistiéndole que es una donación y que, desconozco su valor. Me pide que le dé una valoración y le respondo que 30€. Ann, se me queda con cara de estupefacta diciéndome por lo bajito, -si son por lo menos 300 €. – Ya, Ann, pero no puedo afrontar esa cuantía- , le respondo.
Le pido al guardia que me deje salir para buscar a la persona del College que ha venido a recibirme al aeropuerto, Mr. Casper. Cuando salgo a la calle, está lleno de gente. No hay “wifi” y no puedo llamar. No me queda otra y empiezo a gritar su nombre. Un chico alto me para y me pregunta si tengo su número (el de Mr. Casper). Lo marca en su móvil, da señal, pero no contesta. Al segundo intento, lo descuelga y, me responde que está con Florence. El chico del móvil me señala un hombre bajito que pasa por delante de nosotros hablando con su móvil, es Casper. Le doy las gracias al muchacho del móvil y voy corriendo detrás del hombrecillo bajito. -¿Casper? -pregunto. Sí, me responde con un gesto de alivio y una sonrisa. Me lleva hasta Florence, mujer bajita pero viva y cariñosa. Les explico la situación, intento que pasen dentro del aeropuerto para que ellos puedan hablar con el guardia, pero no está permitido entrar, por seguridad, si no llevas billete.
Entro corriendo buscando al guardia, y le pido si puede asomarse él para hablar con ellos. Me dice que no. Me acerco a Ann, que se ha quedado custodiando los dos carros, me coge del brazo y me dice que la espere un momento ahí, y desaparece pasando por detrás de las cristaleras con el guardia. Pasan los minutos y el tiempo se me hace eterno, sin poder moverme de ahí con los dos carros.
Cuando regresa, me dice que no me preocupe, que ya se ha resuelto, que el guardia se ha portado fenomenal llamando a su superior y que ya se ha aclarado todo, que la espere solo un momento más, para una última gestión, y ya nos podremos ir. Voy detrás de ella con los dos carros y observo como ha depositado en ventanilla 100 £, -¿Pero, qué haces, Ann? – pregunto. -Nada, no te preocupes, mira al final ha sido benévola y nos ha dejado los taxes por un valor mucho menor de lo que corresponde. Y con lo tarde que es, tus acompañantes ya me han comentado que ellos no llevan dinero y solo se acepta el pago en efectivo, ya está solucionado- . Cuando salimos y nos reencontramos con Florence y Casper, se lo cuento y Ann, quitándole importancia, lo único que me pide es mi número de teléfono, por estar segura de haberse encontrado con una amiga. Mientras la abrazo, la beso y las dos lloramos a la vez que nos sonreímos.
Mi compañera de viaje, una pasajera, pagó las tasas aeroportuarias de los 101kg de material escolar. Me he encontrado con un ángel. Sé que he encontrado una amiga para siempre y 101kilos de memorias de África.
A continuación, una breve entrevista con Ann Touray. Ann, es psicóloga, de origen británico que está actualmente trabajando en diferentes países africanos. La entrevista fue traducida al castellano.
Ann, ¿podrías contarnos sobre el incidente que tuvo Elsebeth con las autoridades aduaneras de Kenia?
Elsebeth estaba viajando a Kenia para entregar libros de texto al Medical Training College de Nairobi, donado a través de Información sin Fronteras. Elsebeth estaba llevando lo que se pensaba que era toda la documentación correcta, sin embargo, fue solo cuando fuimos paradas en el punto de aduanas del Aeropuerto Internacional Jomo Kenyatta cuando nos hicieron saber que todos los artículo traídos al contado (a excepción de las biblias) están sujetos a un impuesto de importación que asciende al 20% del valor de las mercancías. El beneficiario (de la donación) debería haber solicitado la exención de impuestos antes de la entrega del material, pero esto no se hizo y las aduanas estaban obligadas a recaudar el impuesto o a confiscar las mercancías.
¿Por qué decidiste ayudarla?, ¿de qué manera lo hiciste?
Elsebeth y yo estábamos sentadas juntas en el avión que viajaba desde Ámsterdam a Nairobi. Un viaje de más de 8 horas de duración. Yo, rápidamente, me di cuenta de la maravillosa persona que es Elsebeth y estaba fascinada por el trabajo que ella realizaba con Aviación sin Fronteras. Sentí que durante el viaje nos habíamos hecho amigas. Yo había viajado anteriormente al Aeropuerto Internacional de Nairobi y sabía que íbamos a tener una larga espera en el control de pasaportes, así que decidimos pasar el trámite juntas.
Al llegar a las aduanas estaba claro que se necesitaban 2 personas para tratar de solventar la situación, ya que el personal de la Universidad (que estaba esperando para recibir a Elsebeth y los libros) no fueron dejados entrar en el aeropuerto. Mientras Elsebeth estaba fuera hablando yo cuidé el resto de nuestro equipaje, y luego fui a hablar con el personal de la universidad con un oficial de la aduana para ver si nos podría ayudar.
Finalmente, nos ofrecieron pagar 100$ como impuesto y yo estaba muy contenta de donarlos. Fue una pequeña forma de asegurarse que los libros llegarían a la escuela y que la misión de Elsebeth podría ser completada. Ahora tengo una maravillosa nueva amiga en España y, espero, visitar Valencia muy pronto.
Tengo entendido que estas en Kenia porque estas cooperando con una ONG allí. Podrías contarnos algo más sobre tu trabajo allí y sobre lo que hacéis en Kenia.
Yo trabajo para NHS (Servicio Nacional de Salud) en Inglaterra, como psicólogo no-clínico, sino, diseñando vías clínicas. Tengo un colega, Andy Bacon, que es un gerente de alto rango en NHS en Inglaterra. Andy y yo, somos veteranos de la Armada Británica y, ambos, estuvimos viviendo anteriormente en África. En 2013, Andy, me preguntó si estaría dispuesta a apoyarlo en un voluntariado entregando un programa de entrenamiento en salud mental a la Fuerza de Defensa Popular de Uganda (UPDF).
En 2014 dirigí un equipo de entrenadores de salud mental en Uganda, lo que iba a ser la primera de las muchas visitas de capacitación (que aún continúan). En Uganda, nos capacitamos, principalmente, en la Atención Primaria de Salud Mental (MHFA) y en la Gestión del Riesgo de Trauma (TRIM). Estamos totalmente comprometido con la sostenibilidad por lo que seguimos un modelo de “Capacitar al Entrenador” para permitir que las UPDF desarrollen sus propios entrenadores.
Mi papel en Uganda ya está completado y, Andy y yo, pasamos a trabajar con la fuerza de Defensa de Kenia (KDF) para evaluar su necesidad y, de nuevo, ayudar a diseñar un programa de entrenamiento. El primer curso comenzó el lunes 27 de Febrero.
La capacitación que se imparte a través de nuestros programas está basada en evidencia y se lleva a cabo en varias fuerzas armadas de todo el mundo. Andy y yo, actualmente, ofrecemos nuestros servicios como individuos y no a través de una ONG.
Ann, finalmente, ¿cómo ves la situación de la gente que necesita ayuda, en África, o en otras partes del mundo? , ¿Piensas que nosotros, desde occidente, podemos hacer más por ellos?, ¿qué exactamente?
Dios mío, es una pregunta muy complicada.
Para dar un poco de antecedentes, viví, previamente, en Gambia. He viajado extensamente (en África y otros sitios) y ahora tuve el privilegio de trabajar con las Fuerzas Armadas de Uganda y Kenia. Hay varias cosas que me choca:
1) Es solo cuando vemos más allá de las diferencias obvias que realmente podemos apreciar que en realidad somos sólo seres humanos – cada uno con una vida diferente entregada al nacer – y cada uno con nuestras propias porciones individuales de felicidad y desesperación. Sin embargo, algunas vidas son mucho más fáciles que otras y aquellos de nosotros a los que se nos ha dado mucha necesidad de hacer lo que podamos por los otros, es bonito compartir nuestra riqueza, ya sea tiempo, dinero, tal vez la oración o, simplemente, una sonrisa.
2) Cuando veo las noticias de cosas terribles que suceden en todo el mundo, a veces, todo parece demasiado grande y demasiado difícil de resolver, y en una base global creo que algunas situaciones están tan incrustadas en las culturas de las personas que es poco probable que se resuelvan, pero nunca debemos rendirnos. África y otras áreas de ingresos, bajos / medios, necesitan apoyo de muchas maneras, pero nosotros, desde Occidente, tenemos que ofrecer esa ayuda sin arrogancia. Nunca debemos intentar imponer nuestra cultura o nuestro camino a los demás. En cambio, debemos tratar de avanzar juntos, sacando lo mejor de cada uno y, con suerte, haciendo un mundo nuevo que sea más seguro y más equitativo para todos.
3) Seríamos más eficaces si todas las ONGs y Organizaciones Benéficas trabajaran más estrechamente. Una gran cantidad de dinero donado se desperdicia en las organizaciones constantemente, repitiendo exactamente lo que otros han hecho previamente. Creo que si en Occidente pudiéramos promover un trabajo más cooperativo podríamos lograr mucho más.
4) En última instancia, todos podemos hacer lo que nuestras vidas individuales nos permiten. Pero no importa cuán pequeño sea el ofrecimiento, siempre vale la pena intentar mejorar la vida de otra persona. El retorno en la felicidad para el donante será 100 veces mayor que el costo de la donación.